TEXTO PRESENTACIÓN POR JORDI COSTA
Hola. Antes que nada, una aclaración. La persona que ha escrito esto está, ahora mismo, pasando frío en Oviedo. La persona que está leyendo esto está, ahora mismo, a resguardo del frío en Madrid. Entre un punto y otro hay una vergüenza que se puede medir en kilómetros: 445 kilómetros de vergüenza, concretamente. La persona que ha escrito esto siente 445 kilómetros de vergüenza porque:
- A) Hace, escasamente, unos meses, los miembros de Venga Monjas, autores de la película que van a ver a continuación, oficiaron de presentadores de un producto suyo en Barcelona y ofrecieron un espectáculo multimedia difícilmente superable.
- B) Miguel Noguera, protagonista de la película que van a ver a continuación, ayudó a la persona que ha escrito esta presentación diferida a divulgar la buena nueva del post-humor y la comedia de sudor frío en la dura y hostil plaza de Albacete
En otras palabras, la persona que ha escrito esto está quedando muy mal. Lo único que puede ofrecer quizás les aburra, pero ahí va. Es una historia de la comedia en pocas líneas, que, inevitablemente, desemboca en “Llamadme Claudia”. Nadie sabe lo que ocurrirá después: quizás el Apocalipsis de la risa. O un nuevo génesis: el gag primigenio del resbalón sobre piel de plátano, un reseteo de la comedia en el punto cero, un segundo origen.
Vayamos a ello:
La comedia no nació el día en que el primer mono resbaló por primera vez sobre una piel de plátano. Comenzó el día en que un mono colocó ahí esa piel de plátano, deliberadamente, para que otro mono resbalara en ella. Cabe suponer que otros monos recibieron el beneficio adicional de la risa al contemplar la escena. También puede sugerirse la idea de que esos monos que rieron se fueron convirtiendo en monos cada vez más sofisticados que, con el paso del tiempo, llenaron las primeras plateas de sujetos dispuestos a jalear una representación de Aristófanes y luego aplaudir a un fool de Shakespeare y luego malinterpretar como gag póstumo el último estertor de Molière sobre el escenario.
Hay que resumir, pero ustedes nos están entendiendo porque una cosa lleva a la otra: llegó el cine, Harry Langdon intentó matar a su novia vestida de novia en un bosque iluminado por la luna surrealista, Buster Keaton sobrevivió a una estampida de gordas y una avalancha de pedruscos y Charley Bowers intentó acabar de una vez por todas y científicamente con tanto desaire e inventó la piel de plátano que no resbalaba. El daño colateral fue la invención del post-humor: la comedia que no busca la risa como objetivo primordial y que no desdeña el estupor, el sudor frío y, ya puestos, el escalofrío como efecto secundario.
Les ahorramos las décadas de los 30, 40, 50, 60, 70, 80 y 90: hubo puertas cerradas con mucho festival Lubitsch en el interior, hombres en calzoncillos corriendo a cámara rápida al son de una música ratonera y, claro, también Peter Sellers, que fue uno y muchos, pero, sobre todo, fue Mr. Chance, la identidad como pantalla de televisor invadida por la nieve y por la nada.
Y, bueno, pulsando el botón del salto cuántico, llegamos a un sábado por la mañana en un piso de Barcelona. Estética legañosa de desayuno con Cola-Cao en bata de boatiné y pantuflas. Ese fue el Magma Primordial en el que nacieron Venga Monjas, que ya no sabemos si son el presente o el futuro de la comedia, pero algo es seguro: son la Comedia como Verdad Absoluta, fundada en el Principio de la Perpetua Incertidumbre. Y un buen día Miguel Noguera acabó convirtiéndose en el Buda de su extraña religión. Y “Llamadme Claudia”, discurso sobre la publicidad como asfixia del contenido y el estilo como claustrofobia de la identidad, probablemente sea el primero de sus evangelios redactado con alcance y proyección realmente ecuménicos. Espero que lo disfruten.
Y, recuerden: el que ha escrito esto está pasando frío y vergüenza en Oviedo, pero sus pecados no deberían pesar tanto como para que ustedes no rompan a aplaudir a los Venga Monjas, a Miguel Noguera y, por supuesto, a la bella, culta y sofisticada damisela que ha mantenido el tipo hasta aquí, leyendo tanta insensatez.