El cortometraje El Amor que no podía ocultarse, de Isabel Gutiérrez y Cristina López, nueva obra en el catálogo de distribución de Playtime Audiovisuales.
SINOPSIS
Adaptción libre de un relato de Jardiel Poncela
Desde hace algunos meses, Don Enrique y Leocadia mantienen una relación epistolar. Finalmente, hoy se han citado en un café, para conocerse en persona. Cuando Don Enrique ve llegar a Leocadia cree que está delante de la mujer con menos defectos que ha conocido en toda su vida, hasta que descubre la realidad: Leocadia es sorda.
Don Enrique queda abatido ante tal descubrimiento. Leocadia se da cuenta y le pide que le hable como hacía en las cartas, a través de Zarzuelas. Después de un primer momento de timidez, Don Enrique se lanza a cantar una Zarzuela a Leocadia, que está encantada con poder escuchar, al fin, la voz de su amado. Los clientes del bar, el camarero y una vendedora de rosas que pasaba por allí quedan sorprendidos con los tonos desafinados de Don Enrique… incluso un grupo de transeúntes se amontona en el cristal del café para ver mejor el espectáculo.
Don Enrique se viene literalmente “arriba” y se sube a una de las mesas del café, pierde el equilibro y cae al suelo. Pero él y Leocadia ya han alcanzado su éxtasis. Don Enrique, tendido feliz en el suelo y con la cadera fracturada, recibe al policía que viene a desalojarlos por escándalo y a la ambulancia que viene a llevárselos al hospital. Don Enrique y Leocadia abandonan el café en medio de tonos de Zarzuela desafinados… allí donde vayan dejarán su estela, y las noticias de la radio darán parte de ello.
Don Enrique queda abatido ante tal descubrimiento. Leocadia se da cuenta y le pide que le hable como hacía en las cartas, a través de Zarzuelas. Después de un primer momento de timidez, Don Enrique se lanza a cantar una Zarzuela a Leocadia, que está encantada con poder escuchar, al fin, la voz de su amado. Los clientes del bar, el camarero y una vendedora de rosas que pasaba por allí quedan sorprendidos con los tonos desafinados de Don Enrique… incluso un grupo de transeúntes se amontona en el cristal del café para ver mejor el espectáculo.
Don Enrique se viene literalmente “arriba” y se sube a una de las mesas del café, pierde el equilibro y cae al suelo. Pero él y Leocadia ya han alcanzado su éxtasis. Don Enrique, tendido feliz en el suelo y con la cadera fracturada, recibe al policía que viene a desalojarlos por escándalo y a la ambulancia que viene a llevárselos al hospital. Don Enrique y Leocadia abandonan el café en medio de tonos de Zarzuela desafinados… allí donde vayan dejarán su estela, y las noticias de la radio darán parte de ello.